
Pocas personas vivimos las fechas de Navidad del mismo modo. Tantas personas, tantas vivencias. A pesar de que generalmente, hay rasgos comunes, hay determinadas personas que viven esta época como una batalla especialmente dura contra su propia mente y los pensamientos que esta genera. ¿Te has parado alguna vez a pensar en cómo es vivir estos días cuando estás llevando a cabo un proceso de recuperación para la adicción?
Las primeras navidades sin consumo no son fáciles. Hay múltiples estímulos que lo dificultan. El más habitual, la familia. La Navidad está contemplada en el ideal social como una época de reencuentros, de reuniones armoniosas y de familias felices. El ideal, como habitualmente, dista mucho de la realidad. Puede ser una navidad en soledad que evidencia los conflictos con la gente próxima, reencuentros incómodos que animan a fingir y hacer un paripé, así como la nostalgia que aparece en estas fechas cuando ha habido pérdidas de personas queridas. Y por sí con esto no teníamos bastante, después es frecuente la celebración de estas fiestas. Estas suelen incluir la compañía inoportuna, las copas arriba y abajo, las comidas opulentas y las conversaciones desafortunadas. Combinación bastante potente.
El ambiente festivo tampoco lo pone fácil a un cerebro que está programado para consumir pero que se está entrenando para no hacerlo. Las lucecitas de navidad, las terrazas llenas, las calles abarrotadas, el bombardeo de anuncios. Y a esto hay que añadir lo que sería consumo directo: alcohol mires donde mires (“Una copita?”), consumismo en su mayor plenitud (“Todavía no has comprado los regalos?”) y la promoción recurrente del juego con loterías, quinas y bingos (“Y si no lo compras y nos toca a todos menos a ti?”).
La realidad económica también tiene un peso importante: sea por exceso o por defecto. Las pagas dobles o bien los ingresos bajos en una época demandante acentúan pensamientos poco sanos. El consumo(ismo) pica a la puerta con más fuerza que nunca.
Pero el cerebro no se queda quieto y parado mirando indiferente todos estos estímulos. De forma automática, genera mil y un pensamientos, recuerdos y emociones. Su gestión es clave por una vivencia satisfactoria y sin riesgo de recaída. ¿Es posible? ¿Cómo lo hacen?
Antes del proceso de recuperación, la persona también tenía estas situaciones, incluso peores puesto que se habían acentuado por el consumo. Pero recurría al tóxico y/o a la conducta adictiva para evadirse, intentando sin éxito aligerar la vivencia. Durante el proceso terapéutico, la persona aprende a identificar estos estímulos, a protegerse y sobre todo a saber como gestionarlos para poder vivir estas fechas de la forma más tranquila posible.
Con esta reflexión queremos promover la concienciación social dando visibilidad a aquellas personas a las que admiramos. Valientes que luchan contra su propia cabeza y contra una sociedad que no lo pone fácil. Desde UPHILL, Centro de Asesoramiento Terapéutico, ayudamos a hacer el camino más fácil. Esta año ya lo hemos hecho, así que ahora sólo nos queda desearos unas buenas y terapéuticas fiestas!