Quién consume es porque quiere
La adicción es un trastorno mental que nadie decide padecer. Su existencia es debida a la combinación de múltiples factores (genética, experiencias vividas, personalidad, entorno, etc.). Cuando la adicción se instaura el consumo se vuelve cada vez más destructivo: la persona quiere romper ese funcionamiento pero la dependencia es más fuerte que el deseo de ponerle fin.
Dejar de consumir es cuestión de fuerza de voluntad
El consumo provoca cambios en el cerebro que dificultan la salida de la adicción. El llamado sistema de recompensa que guía las acciones de cada individuo se desregula: de esta manera, el cerebro se programa para buscar permanentemente gratificación inmediata a pesar de las terribles consecuencias que pueda ocasionar.
El perfil de la persona con adicción es muy concreto
La adicción es una enfermedad que no hace distinciones: afecta independientemente de la edad, el sexo, la profesión, la cultura, el estatus social, etc. De forma distorsionada, la imagen de una persona adicta se suele asociar a un perfil en concreto que sólo corresponde a un pequeño porcentaje de su totalidad.
No podemos hablar de adicción si la persona tiene un trabajo estable y una vida familiar
Parte de la adicción consiste en hacer creer a la propia persona y a su entorno que no hay ningún problema. De este modo, hay personas que llevan una doble vida: la de consumo -de forma más oculta y aislada- sobrellevada con una aparente vida funcional.
La persona con adicción se puede curar
La adicción es una enfermedad crónica, motivo por el cual el tratamiento no tiene como objetivo la curación ni la desaparición del trastorno. A través del proceso terapéutico, la persona afectada consigue poner fin al consumo y aprende a gestionar la adicción para tomar las riendas de su propia vida en lugar de que sea el consumo quien lo hago por él/ella.