Los trastornos adictivos son un importante problema clínico y social debido al aumento de su prevalencia y a la repercusión negativa que supone para la salud y la sociedad. A pesar de que la conciencia hacia el peligro de drogas legales como el alcohol y el tabaco han provocado una disminución en su consumo, la presencia de otras drogas, como la cocaína y el cannabis, es cada vez más evidente. España, por sus características geográficas, ha sido el punto de entrada de muchas de ellas. Esta realidad influye en que nos hayamos convertido en uno de los principales consumidores de drogas ilegales del mundo, sobre todo entre la franja de edad de 14 a 25 años.

La disponibilidad de drogas aumenta la probabilidad de consumo y, en consecuencia, el incremento de casos de adicciones. En cuanto a las adicciones comportamentales, como la ludopatía, la baja conciencia social también aumenta la vulnerabilidad de la población.

Debido a la omnipresencia del consumo de drogas o determinadas conductas, a menudo surge la pregunta de: ¿qué es realmente una adicción? ¿Dónde está la diferencia entre consumo responsable y problema?

Tal como indica la OMS, hablamos de adicción cuando aparecen las siguientes características:


1. Deseo dominante de mantener el consumo y uso de cualquier medio para conseguirlo.

Se trata de personas que a pesar de plantearse abandonar el consumo, no pueden lograrlo. Continuar consumiendo supone muchos costes, tanto económicos como personales y sociales. Así pues, la persona es capaz de priorizar el consumo por encima de su salud física y mental, sus relaciones familiares y sociales, así como las responsabilidades laborales. Económicamente, el deseo de consumir es tan pronunciado, que cuando la adicción ha ido cogiendo fuerza, la persona es capaz de mentir, manipular, amenazar o robar.


2. Tendencia a incrementar la dosis.

Es lo que se conoce como tolerancia. La persona cada vez necesita más, para conseguir los mismos efectos que obtenía al principio. El consumo aumenta más de lo que se tenía previsto. Por ejemplo, una persona que juega por primera vez a las máquinas tragaperras con el compañero de trabajo mientras almuerzan, repite esta conducta cada vez que va a aquel bar, incluso solo. Posteriormente, también lo hace en diferentes locales, con cantidades económicas más grandes e, incluso, empieza a jugar online.


3. Dependencia física y psíquica cuando no hay consumo.

Esta característica se conoce como el síndrome de abstinencia, popularmente conocido como mono. Cuando la persona que consume, no lo puede hacer, empiezan a aparecer diferentes síntomas físicos y psicológicos desagradables que acentúan la necesidad de consumir de nuevo para que desaparezcan.

4. Repercusión negativa para el individuo y la sociedad.

La adicción desencadena consecuencias negativas para la propia persona y para su entorno: deterioro del estado físico, conflictos familiares, pérdidas de relaciones sociales, bajo rendimiento laboral, fracaso académico…

Ante la aparición de cualquier de estas características, se recomienda acudir a un profesional especializado para valorar el grado de problemática así como la intervención más adecuada.

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